Despedida a Alfonso
Por Marcelo Castillo
Los 90 años de lucha por el socialismo de Alfonso Guerra tienen muchos capítulos. Yo voy hablar de los recuerdos que tenemos quienes compartimos con él en el Regional Cordillera del Partido Socialista.
Un pequeño paréntesis al comenzar. En este libro, Voces de siglo XX está la historia de lucha de Alfonso Guerra entre 1957 y 1973. Entregaré algunos ejemplares.
Quiero compartir con ustedes mi experiencia política con Alfonso y de quienes convivimos con él como dirigente del Regional Cordillera. Aquí habemos varios compañeros y compañeras de esos años.
Yo había ingresado a la Juventud Socialista en 1971, en un núcleo del Liceo Manuel de Salas. Al comienzo, mi vínculo con el Partido era a través de la brigada de estudiantes secundarios. No conocíamos la estructura regular del partido. Sabíamos que se había expulsado a un grupo de compañeros, llamados militantes rojos, y que el Comité regional juvenil del Cordillera se había desarticulado.
Sin embargo, jóvenes socialistas había y muchos. Un día mi citan al local del Comité Central para reorganizar el Regional juvenil. Alguien me dice que debo ubicar allí a la compañera Carmen Andrade. Y allí estaba ella, ayudando a controlar el ingreso al recinto. Debe haber sido comienzos de 1972.
De allí en adelante, comienza un esfuerzo que reunirá a cientos de jóvenes socialistas, desde Las Condes hasta Puente Alto. No recuerdo bien por qué, voy después a una reunión a la séptima comuna, en Vicuña Mackenna, con el secretario regional de Organización, Alfonso Guerra. La compañera Sabrina Pérez dice que los JS de la séptima comuna jugaban ping pong y Alfonso los hacía callar. Él era un señor muy serio, muy solemne y de quien se decía que tenía un balazo en una extremidad lo que le dificultaba caminar. La leyenda hablaba de un enfrentamiento, pero muchos años después Alfonso describiría con sus propias palabras, en este libro, una historia mucho menos glamorosa.
Esa situación me permitió conocer una característica relevante de Alfonso: su sencillez. Nunca exageró ninguna aventura, acto heroico o hazaña, que sí las tuvo, pero la mayor parte de las veces prefería callarlas.
De allí en adelante, comencé a conocer el PS de verdad, de carne y hueso, ese que en esos años hervía en las fábricas de los cordones industriales Macul y Vicuña Mackenna y en el Comando Comunal de Ñuñoa. A nosotros, los estudiantes secundarios, se nos ocurrió crear el cordón estudiantil de Ñuñoa.
Pasé así del disciplinado trabajo político de la Brigada de Estudiantes Secundarios, encabezada entonces por el compañero Jaime Lorca, una estructura completamente leal al compañero presidente Allende, a la vorágine de un regional que tenía tres seccionales en una sola comuna: Ñuñoa. Allí se agitaba la pasión revolucionaria en los ampliados de calle Irarrázaval casi al llegar a Salvador.
La estructura regional era dirigida por dos compañeros de baja estatura, muy serios y formales: los compañeros Andrés García y Alfonso Guerra. Los conocí más durante el Congreso Regional en 1973. Se enfrentaban las posiciones del Comité Central, representado por Gustavo Ruz y Ricardo Lagos Salinas y los del regional, donde estaban Alejandro Chelén, Jorge McGinty, y Claudio Tauby.
Los del regional éramos los del avanzar sin transar y el crear crear poder popular. Los compañeros del Comité Central buscaban evitar apresurar una confrontación armada para la que no estábamos preparados.
Vino la hora de la verdad: el día del golpe de Estado. Fuimos todos a nuestros puestos de combate. Entiendo que Alfonso paso esos días en el cordón Vicuña Mackenna. Habían intentado concretar una resistencia que rápidamente fue desbaratada. El regional Cordillera ya había comenzado a funcionar clandestinamente. Alfonso era el secretario político del Regional y dirigió esa primera parte de la reconstrucción partidaria, tanto como jefe del Regional Cordillera, como de una naciente coordinación de regionales, que finalmente devendría en la Coordinadora Nacional de Regionales
Es una etapa dramática en la vida del PS en todas sus estructuras. A los fusilamientos del primer mes, se sumarán desde entonces cientos de detenciones, entre ellas la de Alfonso y otros dirigentes regionales.
La juventud se fusiona con el Partido y buena parte de la dirección regional queda en manos de integrantes de la J.S., entre los que recuerdo a Arnaldo Rocha, a los hermanos Andrade, a Guido Castillo a Silvia Fernández, entre otros. Sobresalían en la reconstrucción partidaria de 1974 Claudio Tubay, Félix, y Jaime Rebotan, José, quienes fueron detenidos y desaparecidos el 31 de diciembre de ese año.
Alfonso Guerra había dejado sembrada su semilla política. Los que quedamos colocamos todo nuestro empeño en que floreciera y a la cabeza del regional quedó Alfredo Rojas Castañeda, hoy detenido desaparecido. Los análisis de la derrota, las formas de reconstruir el partido y las perspectivas de futuro habían generado divisiones.
Al documento de marzo de 1974 emitido por el CC, la CNR opuso su propio documento en febrero de 1975. Pero la represión no hacia distingos y reprimía a todos por igual.
Como lo conversamos en diversas oportunidades con Alfonso, la Coordinadora Nacional de Regionales buscaba desde antes del golpe representar un sentir profundo de la militancia, que había hecho suya la línea política del PS, entendiendo que el proceso revolucionario era un continuo que no reconocía etapas y combinaba tareas democráticas y socialistas. Estas ideas se concretaron en la experiencia del poder popular, con sus cordones industriales, comandos comunales, juntas de abastecimiento directo y cordones estudiantiles. Fue la máxima expresión de democracia que nos tocó vivir. No por casualidad fue el foco principal de destrucción que se propuso el golpe de Estado. En esas organizaciones del poder popular, los socialistas como Alfonso Guerra jugaron un papel protagónico.
Vendrá un largo paréntesis de décadas para reencontrarnos con Alfonso Guerra, ya en el siglo XXI, después de muchos intentos de creación política, muchos de ellos fracasados y, otros exitosos. Sin embargo, seguíamos creyendo en este instrumento político que es el Partido Socialista.
Alfonso resumía su visión del PS en tres pilares fundamentales, democracia política, justicia social y representación de los intereses de los trabajadores manuales e intelectuales. Estábamos convencidos tras décadas de experiencia política que el socialismo es una creación propia, nacida de la experiencia de lucha de los trabajadores latinoamericanos, con total autonomía y enemigo de todo imperialismo, sea yankee, soviético, ruso o chino.
Y aunque este camino, del que Alfonso fue siempre protagonista, ha tenido avances y retrocesos, hoy vemos en distintos lugares de nuestra América Morena experiencias que siguen estas ideas, como los Gobiernos de Lula en Brasil, Claudia Scheinbaum en México, Gustavo Petro en Colombia, donde el sello es avanzar hacia cambios estructurales del capitalismo por la vía de una democracia cada vez más completa. Por supuesto, en este grupo está la experiencia que ha encabezado el compañero Presidente Gabriel Boric, al que creo que Alfonso y también yo consideramos un continuador de las ideas socialistas.
Te despedimos compañero Alfonso con la certeza de que una nueva generación de socialistas ya está en marcha y ha recibido tu legado como instrumento para sus luchas.
VENCEREMOS.